SEPU SEPÚLVEDA
Soy actor, director de teatro y dramaturgo; aunque, dicho así, suena a que tengo una trayectoria impecable y perfectamente planificada. La realidad es que mi vida en el escenario es una aventura constante entre el caos creativo, la pasión obstinada y esa humilde ironía que me recuerda, cada día, que el arte nunca termina de aprenderse… ni de desaprenderse. Co-fundé, junto a Rita Cebrián, el laboratorio Lomáscrudo Teatro, un refugio donde investigamos, tropezamos, descubrimos, reintentamos y, a veces, incluso encontramos un lenguaje escénico propio. No pretendemos reinventar el teatro… bueno, quizá un poquito, pero siempre desde la duda y el asombro.
Además de actuar, dirijo obras, diseño universos
visuales, escribo textos y también me aventuro en el audiovisual. No por
vanidad omniartística, sino porque el impulso creativo —ese bichito inquieto—
no me deja en paz. Si una historia pide ser contada, allá voy, aunque tiemblen
las piernas.
Mi formación en la RESAD (Teatro Gestual), así
como el aprendizaje con maestros como Jorge Eines (maestro y mentor), Juan Carlos
Corazza, Cristina Rota, Antonio Fava, Eugenio Barba, Matilde
Fluixá y Antonio Malonda, me ha regalado herramientas… y, sobre
todo, más preguntas que respuestas. Y eso, lo confieso, me encanta.
Como autor
He creado dramaturgias originales y diversas versiones
teatrales de textos que admiro profundamente —sí, lo sé, un atrevimiento del
tamaño de un teatro entero—, como la adaptación de “Tuesdays with Morrie”
de Mitch Albom, “¿Acaso no matan a los caballos?” de Horace McCoy o mi
propia versión de Woyzeck de Georg Büchner.
También he dado vida a mis propias comedias, como “The Pélaez” o el cabaret
“Chocolate Sexy”, y sigo ampliando este catálogo de criaturas escénicas
que, para sorpresa mía (y a veces de los demás), encuentran su lugar sobre las
tablas… entre muchas otras obras que han brotado en el camino.
Mis textos originales “Con la mosca detrás de la
oreja” y “El sótano de las ironías” viajaron por diversos
escenarios, recordándome que las historias tienen una voluntad propia.
Actualmente preparo dos estrenos que me hacen ilusión y un poco de cosquillas
en el estómago: “Vanyaticos, Chejov en clave de barrio”, y “La casa
de la luz”, inspirada en Victoria Ocampo y la revista SUR.
En resumen —que nunca es realmente un resumen— soy un
creador que trabaja desde la pasión, la constancia y una saludable dosis de
humildad irónica. No sé si soy excepcional, pero sí sé que pongo mi alma, mi
cuerpo y mi testarudez poética en cada proyecto, intentando —con humor y
esperanza— rozar, aunque sea un instante, la grandeza efímera del teatro.
